noviembre 10, 2009

LAS MANOS EN LA MASA. Por Jorge Abbondanza.

RICARDO NOWINSKI: UN JOVEN CERAMISTA CUYA OBRA PRESENTA SINGULAR INTERES

LA PUERTA 4. Gres esmaltado. 29 cm de altura

LAS MANOS EN LA MASA
Las nuevas obras tienen un pequeño formato y guardan un notable poder de sugerencia.

JORGE ABBONDANZA

El ceramista Ricardo Nowinski expuso sus obras recientes en la Sala Vaz Ferreira de la Biblioteca Nacional, pero esa muestra fue algo más que una nueva etapa en su relación con el publico montevideano. Permitió confirmar el interes creciente que despierta la obra de este joven artista nacido en 1962 y formado junto a su padre Jaime Nowinski, de quien heredo la dedicación a la cerámica. De hecho Nowinski padre integró la generación de artesanos que impuso a nivel local un auge de esta disciplina en los años 60, cuando tambien se producia el florecimiento de otras artes aplicadas en un país que carecia de tradiciones en la materia, pero que en aquel momento experimentó el surguimiento de unas cuantas personalidades en la orfebreria, el tapiz, los trabajos en vidrio, en metal, en madera y desde luego en cerámica, que entonces parecía el más poblado de esos géneros dotados de un flamante despliegue uruguayo.
Ahora, Ricardo explora las posibilidades escultóricas en pequeño formato que le abre el trabajo en arcilla,resolviendo la figura humana con superficies rugosas o esgrafiadas que a veces deja a medio pulir con eses instinto de saber donde hay que frenar la mano.Por un lado resulta muy sugestiva la elaboración que logra dotando a sus piezas de cierto dramatismo (el hombre es un hueco en medio de una plancha, asoma entre dos puertas que se entreabren o surge de una superficie tumultuosa), lo cual va acompañado de la incrustación de ciertos elmentos de hierro que asoman como espinazos acentuando ese perfil sombrío, a lo que se agrega el baño de una capa de esmaltes que envuelve con reflejos metálicos-grises,pardos,dorados- el carácter de sus composiciones. El resultado no sólo tiene un rica textura que Ricardo acentúa con un punzón o resalta con una huella manual que en ocasiones tiene relieves suntuosos, sino que ademas deja fluir abiertamente los significados que otorga sus propuestas, la del hombre atrapado en una marea que a veces lo rodea, en ocasiones lo desfigura y otras veces lo desborda.
En todo caso, lo valioso de esta serie de trabajos es el impulso con que Ricardo interviene en el material arrancándole una calidad sugerente que obliga al ojo del observador a demorarse en sus sínuosidades. En algún caso, como el de un Libro Dorado que es una plancha surcada por hendiduras de gran potencia, la expresividad de ese lenguaje escultorico parece reclamar una proyección monumental que quizas Ricardo acometa algún día. No será este el primer caso de un plástico que parece demostrar la audaz suposcición de que el talento puede transmitirse por vía biológica, ya que en el arte uruguayo hubo algunos ejemplos de sensibilidad heredada, desde Figari que tuvo su hijo pintor o desde Torres Garcia que en cambio tuvo tres vástagos en el oficio (y hasta un yerno y aún despues algunos nietos), hasta Jorge Damiani (con un hijo escultor y otro pintor) o Hector Sgarbi que también su presencia en el oficio a través de la obra de su hijo.
La cerámica uruguaya ha tenido una trayectoria desigual. Surguió con brio colectivo desde fines de los años 50 gracias a una oleada donde figuraron Marco Lopez Lomba, Duncan Quintela, Carlos Caffera, Jaime Nowinski, Jose Collel y Silveira-Abbondanza, que fueron afianzando unos lenguajes de marcado perfil personal y durante un tiempo ese empuje se prolongó en otros oficiantes que irían emergiendo (Emma Signorino, Carlos Barrientos, Julia Estol) mientras tenian manifestaciones independientes, el encantador trabajo en arcilla del torresgarciano Jose Gurvich y de su continuador Juan Cavo en una linea de menuda estatutaria, o la producción o la producción de Carlos Paéz. Luego se agregaron cerámistas jóvenes de los años 70 y 80 como Carol Hugo o Nora Imaz, apareciendo posteriormente figuras de interes como el Taller Cuarambó -de gestión breve pero meteorica- y Eva Diaz, al margen de los cuales se desarrollaba en el interior del país algún maestro con gran proyección docente como el sanducero Alvar Colombo o el riverense Ospitaleche.
Ahora Ricardo Nowinski parece reestablecer algunos detellos que en la materia iban apagandose, porque abunda la manufactura y hasta el buen nivel técnico pero en cambio escasean  la capacidad creadora y la elaboración de un lenguaje personal que conviertan a un trabajo atrayente en una obra perdurable.


Diario EL PAIS. Martes 5 de Julio de 2005. Montevideo.